lunes, 16 de diciembre de 2013

Mi bebé empieza a andar

Para un bebé, aprender a andar es un grandísimo logro que lleva detrás un enorme esfuerzo tanto físico como psicológico.
 

Empezar a andar supondrá un antes y un después en la vida de nuestro hijo. Por regla general, el inicio de la marcha autónoma, aunque a veces, aún requieran un poco de ayuda, suele ocurrir en torno a los 12-13 meses y se considera normal hasta los 15, o incluso hasta los 18. Más allá de esa edad sería motivo de consulta.

La edad a la que los bebés dan sus primeros pasos varía mucho de un niño a otro:
  • Unos intentan ponerse de pie a los siete meses y a los nueve corren a toda velocidad.
  • Otros, sin en cambio, no se dan su primer paseo sin ayuda hasta cumplir el año.
  • Los hay que están cómodos gateando que no tienen como prioridad hacer un esfuerzo excesivo y se lo toman con mucha más calma.
Se caen se levantan, ¡y vuelta a empezar!



  • Es muy curioso y enternecedor ver a nuestro bebé andar por primera vez. Entre lo que apunta el pañal y la falta de práctica al principio, la simpática imagen que tendremos de sus primeros pasos será caminando con las piernas separadas y los pies apuntando hacia fuera, en un vacilante balanceo de lado a lado que en más de una ocasión le hará dar con el culete en el suelo.
  • Tras muchas caídas y con una inquebrantable fuerza de voluntad, nuestro bebé aprenderá a estabilizar la marcha.  Para ello, juntará las piernas cada vez más, colocará los pies en paralelo y dará pasitos más cortos. Al mismo tiempo, utilizará los brazos para guardar el equilibrio.
  • Un bebé está listo para caminar cuando se pone de pie por sí mismo y empieza a dar espontáneamente sus primeros pasos, aún tambaleantes, buscando apoyo en los muebles o la pared. Normalmente, su intención es acercarse a la madre o a sus objetos más queridos.
  • El propio niño nos indicará a través de sus movimiento si está preparado o no. Forzar este proceso es inútil e incluso contraproducente. Si le obligamos, el niño empezará a caminar por responder al deseo de los padres, pero con mucho menos equilibrio y seguridad que si hubiera conquistado la postura por sí mismo.
  • No es recomendable ponerlo a andar si todavía no es capaz de estirar las piernecitas, solo porque nos parezca que ya es el momento o por competiciones absurdas con otros niños.
  • Aprender a caminar es un complejísimo proceso que requiere fuerza, habilidad, equilibrio y una postura adecuada. El niño no podrá hacerlo correctamente hasta que sus piernas, glúteos y tobillos estén firmes y la musculatura de la espalda esté completamente fortalecida.
Equilibrio y confianza

Para caminar, el niño debe lograr una postura erecta. Desde esa nueva posición cambia completamente su perspectiva del mundo, hasta ahora reducida a la cuna, la silla o los brazos de mamá. Al 
erguirse, adquiere la posición humana por excelencia (que es la que ha visto en sus padres y en los adultos que le rodean). Y, además, liberará las manos, que le servirán de gran ayuda las primeras veces que se lance a caminar.


Una vez conseguido, lo fundamental es mantener el equilibrio.  Para ello, cuenta con el apoyo de sus manitas, que le ayudarán a reequilibrarse cuando vaya a caer. La marcha se iniciará cuando maduren estos dos factores: el equilibrio y la confianza en los apoyos.

A nivel psicológico también se inicia una auténtica revolución. Al tener autonomía, el niño es capaz de explorar su entorno y acercarse a los objetos y a las personas que llaman su atención. Llega a espacios a los que antes solo accedía en brazos de sus padres. Ya no espera para recibir las atenciones que necesita, sino que él mismo puede ir a buscar a su madre o alejarse de ella. Ahora descubrirá que hay libertad, pero también limites. 

Una etapa difícil
  • Cuando empieza a andar, el niño necesita ejercer su nueva habilidad para desarrollarse. Comienza una época difícil para los padres. Ya no es posible tenerle tan controlado como antes y no podemos pretender negarle el mundo ahora que ya lo ha descubierto.
  • Es muy importante aprender a decirles "no"cuando sea necesario. Frases como "ahí no se entra", "eso no se toca", "eso no se hace", "no vayas por ahí", pondrán los límites precisos a su nueva aventura.


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